sábado, 24 de enero de 2009

Nordelta (The Truman Show meets CFK)



El domingo 11 le propuse a Juli ir a conocer Nordelta. No recuerdo en este momento qué me llevó a querer hacerlo. Creo que tiene que haber sido curiosidad.

El fenómeno countries (ó barrios privados, como los que no viven en countries prefieren llamarlos) no es nuevo en la Argentina. La cantidad de ellos a lo largo y ancho del país crecío enormemente en los últimos años, combinando una solución a dos problemas o necesidades de la gente con el dinero suficiente como para que tales sean un problema en sí: inseguridad y una mezcla con distintos colores y matices de tranquilidad, verde, recreación, etc.

Lo cierto es que algunos, como es el caso de Nordelta, son una ciudad en sí mismos. Nordelta es un conjunto de “barrios” con distintas características, con una zona de servicios que comparten cada uno de ellos, más ciertos “privilegios” (no comunes), como el golf, el yacht, etc.

De cualquier manera, no estoy escribiendo este post para contar qué es Nordelta. Para eso está el coqueto site que la gente de Nordelta S.A. preparó para todos nosotros. De hecho, el site de Nordelta es lo más cerca de Nordelta que la mayoría de nosotros vamos a estar alguna vez.

Porque Nordelta, así como los otros countries “paquetes” de Argentina, es para unos pocos. Y está bien que así sea. Después de todo, muchos otros preferimos la vida “a la calle”, lo que no implica renunciar a ninguno de esos lujos y en en algunos casos, ni siquiera a la seguridad. Después de todo, nunca falta una banda de ex oficiales del orden y el servicio a la comunidad que se encarga de echar por tierra cualquier planificación en materia de seguridad que los urbanizadores hayan pensado por años.

Así que Nordelta es más una cuestión de vivir sin ruido, encerrados, pero en silencio. También se trata de nivel, élite, etc, aunque por lo anterior se puede concluir que ciertas propiedades sin tanto límite pueden tener las mismas comodidades.

Igual, tampoco mi post es acerca de comparar distintas élites. Si es mejor adentro o afuera. Si a 10 km de la calle o a 15 metros. No, mi post es, como casi todos los otros, acerca de sensaciones. Las sensaciones que Norldelta me despertó esa tarde.

La primera es una sensación de reclusión, casi de ostracismo. No puedo explicarlo bien, precisamente por ser una sensación, pero sentí que vivís en Nordelta porque tu cara (por razones nobles, notables o inmorales) no te permite caminar tranquilo por la calle.

Y ahí, entre esas razones se explica mejor la segunda sensación, la de estar paseando por un zoológico de celebridades. Te pasa Varsky en el auto, Chucho no viaja a Australia y se queda en Nordelta y el Cholo, mientras no dirige, se distrae en familia, piola, ahí adentro, sin tanto griterío ni tanto flash.

La tercera sensación fue de globalización, es decir, de estar en un lugar como muchos otros en el mundo. Mirando la playa de estacionamiento, uno jamás podría distinguir entre Marbella, Fort Lauderdale o Nordelta. Son idénticos. Los mismos autos, el mismo MacDonalds (con drive-thru, automac, o como le quieran poner) y las mismas palmeritas.
Es como que esos ingredientes no pueden faltar.

Y todas las demás sensaciones son menos claras, más ambiguas o como mínimo más suaves. Mientras me tomaba mi cafecito con Juli pensaba “Viviría acá?” y la respuesta creo que es “depende”. Hoy por hoy, creo que soy lo suficientemente desconocido como para no necesitarlo. La seguridad no es mayor a lugares como Puerto Madero, por compararlo con otra élite, pero esta última queda a 45 segundos del ruido. La impagable paz y tranquilidad que te dan los espacios verdes tampoco son exclusivas de ese ni de ningún otro country. Y el precio es mayor, sin dudas. Mucho mayor. Tanto mayor que cuando lo pensé, dejé de preguntarme si viviría o no porque dejó de tener sentido.

Lo que sí pensé es que una familia lo vería con otros ojos. La pinta de Truman Show que tiene lo hace ideal para los chicos, sus juegos, su distracción. Incluso para su formación, si los papás pueden pagar el cole de ahí.

Y lo demás, el glamour, la chapa y todo eso, la verdad, pero la posta, posta, no sé. Nunca diría que es grasa, jamás. Aunque sí tengo que reconocer que en ciertas cositas percibí un aroma a Cristina. No sé, me la imaginé ahí, de jogging rosa y anteojos ridículamente caros y grandes y pensé “así se vería CFK si viviera en el barrio de Truman” y a esa altura ya se me había terminado el café y se estaba haciendo tarde, así que no me quedó otra que que volver a la realidad.

domingo, 18 de enero de 2009

Ya no estamos solos



Uno de los highlights de mi reciente paseo por las Pampas fue el bautismo de mi ahijada Amparo. “Amparo Fernandez Vázquez” dirán los libros de historia (y Google) en el siglo 22, ya que el padrino vaticina glamour, celebridad, y por qué no, algún legado para la raza argenta.

La cuestión es que entre tanta agua bendita, vestiditos blancos y demás accesorios de su incipiente vida social, todos los involucrados asistimos a la celebración de dicho evento, el cual, para mí, representó una verdadera revelación.

Esa noche, recién en ese momento, tomé conciencia de que ya no estamos solos. No éramos los mismos de siempre, más gordos, pelados, arrugados y blandos. Eramos todo eso y 15 personitas más.

Quince seres llenos de energía, 15 puntos de luz, como diría Vedder. Y haberme dado cuenta de eso, tan obvio para algunos, tan poco evidente para otros tantos, me hizo entender que “esos mismos de siempre” ya no éramos tal grupo.

Ahora hablamos de familias, hablamos de grupos, ya no de individuos. Y nuestras costumbres, ganas, sueños y objetivos ya no son los mismos. Ahora todo está supeditado a la voluntad, la suerte y el destino de estas nuevas personitas.

No sé qué es mejor o peor. Responder esto o intentar acercarse a una respuesta sería motivo de horas de pensar, analizar y hasta debatir. Seguro no es más fácil, no hay dudas al respecto. Pero el hecho de que haya algo más, quizás, a la larga, nos haga más eficientes, menos “vuelteros” y más activos.

Se terminaron los fines de semana de letargo, los viajes a la nada, las semanas enteras de deambular “colgados” por la vida. Hoy, una risa, un grito, un llanto, nos mantienen más alertas, más despiertos y más responsables. Las personitas nos hicieron grandes. Vinieron a hacernos crecer a una velocidad que no respeta ni al reloj ni al almanaque.

Bienvenidos. Bienvenidos al mundo de los viejos pendejos jugando a ser grandes.

viernes, 16 de enero de 2009

Born to be wild (por qué volvemos los que volvemos)



Muchos recordarán mi primer post “en serio” (Por qué nos fuimos los que nos fuimos). Detrás de ese post hay una media docena de años de probar, pensar, trabajar, sufrir y cosechar una infinidad de cosas que hacen al “irse” una experiencia inigualable.

Ahora llega el momento de volver y otra vez empiezan las preguntas. Y acá las respuestas son menos naturales todavía. Implican renuncias de varios tipos. Renuncias que muchos no entienden. Renuncias a cuestiones que representan tranquilidad, comfort, seguridad.

Y uno también se pregunta. Y duda. Dudamos. Nos planteamos escenarios. Los cambiamos. Nos ponemos tristes y los escenarios se ven atractivos. Nos alegramos y los escenarios aparecen más sórdidos e impredecibles. En las buenas nos cuesta el cambio. “Si vas ganando no cambies” dicen los gurús del deporte.

Y ahí uno se empieza a preguntar. ¿Qué es ganar? ¿Se puede ganar algo cuando uno no se enfrenta a nada ni nadie? Si se pudiera, ¿sería algo para festejar?

Entonces, entre tanto planteo, uno trata de ponerse más simplista y busca razones menos complejas. Y en lo simple, en lo cotidiano, en lo básico aparecen los sentimientos y los afectos. Esos que condimentan la vida y la hacen digerible. Y en muchos casos, como en el caso de Rono, aparece el lado salvaje también. La parte de uno que no se puede domesticar.

Y para ese hambre de emociones, qué mejor desafío que esta América Latina de hoy en día!? Un lugar con miles de cosas para hacer, aunque sin reglas, sin valores, sin moral. La tierra del sálvese quién pueda.

Lo que nos preguntamos los que volvemos es quién necesita más reglas, más valores y más moral en el lugar donde mejor se vive, donde no se conoce la guerra, el racismo ni los demás problemas del mundo del Norte. En el Sur, bien al Sur, el futbol es ley y no hace falta más que un asado para olvidar los nuevos viejos problemas de este mundo tan globalizado.

Y los demás, los del Norte, que sigan decidiendo por nosotros. Que así y todo nos las arreglamos bastante bien.

Mis dos Navidades (un post que llega 4 semanas tarde)

Por primera vez tuve la suerte de celebrar dos veces la Navidad en un mismo año. No, no soy Phil Collins (para los desprevenidos, el bueno de Phil tocó en el Live Aid del ’85 en Londres y voló en un Concorde y a las dos horas estaba tocando a la misma hora que tocó en Londres, en Philadelphia. Bueno, si no se entiende, no importa. Si involucra a Phil seguro es una reverenda pelotudez). En mi caso, celebré la Navidad en el hemisferio Norte la semana previa al 25, con nieve, frío y todo eso y la del Hemisferio Sur, el 24, con calor familiar y del otro.

No es novedad que la Navidad latina es ruidosa e intensa. Todos nos quedamos despiertos, a grito pelado, abrazandonos con medio mundo, (semi)borrachos, hasta las 7 de la mañana. Y de esa manera, intentamos convencernos de lo importante de la fecha.

Lo que nunca había comprendido y este año creo haber empezado a entender es que el festejo oculta la falta de espíritu navideño. El festejo sería el mismo simplemente porque es feriado, hace calor y la gente tiene la cabeza en otra cosa, pero la verdad es que la Navidad no implica nada de eso.

No me gustaría que este comentario se entienda como una defensa a la religión y al nacimiento de Cristo como epicentro del festejo, porque la verdad es que los curas le ponen menos ganas que el común de la gente. Si fuera por ellos, no habría festejo alguno. Y encima, las Iglesias (no solo la católica) tienen cada vez menos por festejar y mucho más por explicar o lamentar.

Lo que quiero decir, en definitiva, es que falta reflexión. Y no me refiero a la meditación boluda, la que practican los que están al pedo, o tienen la cabeza quemada o las dos cosas. Me refiero a un momento para sentarse a pensar en nuestras vidas, en la de los que nos rodean, los que nos quieren y lo que está por venir. Tampoco implica balances, aunque algunos de nosotros tengamos la necesidad de hacerlo todo el tiempo. Es simplemente un momento de tranquilidad. De alegría. De paz.

Paz para todos. Hoy más que nunca.

PD: uno de los que canta en el video es Rono. Las vueltas que da la vida.