domingo, 20 de septiembre de 2009

Rono y la difícil tarea de jugar de visitante




Existen infinitas maneras de definir a Rono. Freak. Nerd. Freak. Macanudo. Freak. Calentón. Freak. Nabo. Freak. Buena Onda. Freak. Sabelotodo. Freak. Freak. Otra más, a juzgar por andanzas recorridas en tiempos de pizza y champagne podría ser “animal de casamientos”. Pocos discutirían la metamorfosis que sufre su cuerpo, su humor y su predisposición y proactividad a la hora del armado de “eventos” cuando se trata de la boda de alguien que Rono quiere.

Lo que Rono nunca supo es que así como todo Superman tiene su kryptonita, todo Maradona tiene su Reyna y toda 125 tiene su Cobos, Rono tiene su némesis y la vino a conocer recién el domingo pasado. Se trata de los casamientos de visitante.

Rono asistió a una boda en condición de (cuasi) colado debido a que la invitada era Juli, quien, a su vez, sólo conocía a la novia. Situación un tanto extraña, pero fácil de explicar. La boda no era multitudinaria, más bien cálida e íntima, como un lubricante digamos, por lo que las chances de encontrar caras conocidas disminuyó considerablemente desde el vamos.

La boda comenzó, como sucede siempre en Buenos Aires, unos días antes con el “civil” (NdR: no se estila el civil en la fiesta, o no está permitido, o sale muy caro, o todo eso junto, no sé). Juli y Rono no fueron. Así que la boda, para ellos, empezó el mismo domingo, más bien tempranón, o mejor dicho, inconvenientemente temprano, en la Iglesia.

La Iglesia, en general, y la ceremonia, en particular, merecerían, para ser justos, un post aparte, pero como Rono viene compilando este tema de los posts por falta de muchas cosas, además de ganas, entonces vamos a dejarlo casi acá nomás.

Por lo que me voy a limitar a comentar brevemente que la Iglesia se encuentra en el punto donde confluyen los barrios de Boedo, Almagro, San Cristóbal y Balvanera. Es decir, si uno dice que la Iglesia está en uno de esos cuatro barrios, la pega. Arquitectónicamente es una joya de 1890, pero esa no es la característica que a Rono más absorto dejó. La Iglesia, para hacer honor a la verdad, debería llamarse “Santa María de la Conadep” porque si uno la visita parece uno de los tantos museos de la Memoria que adornan la ciudad y algunos barrios del GBA también.

A Rono no le parece ni bien ni mal. Bah, en realidad le parece bien, pero no viene al caso. Lo que sí viene al caso, es que a Rono lo sorprendió. Y eso que no es un tipo de sorprenderse así nomás. Lo sorprendieron los monumentos a personas en el jardín de la Iglesia y lo sorprendieron fotos de dimensiones impresionantes dentro de ella. Y Rono imaginó que si la Iglesia hubiera estado unas 25 ó 30 cuadras más al Sur, las fotos de Azucena Villaflor y otros desaparecidos, quizás y esto va por cuenta de Rono, podrían ser reemplazadas por las del Beto Márcico, el muñeco Madurga y algún peronista bien bostero. Lo que Rono sintió es que era como un Templo de una porción de esa historia argenta que nos hace tristemente célebres y no una Iglesia Católica (por suerte ó por desgracia, a discreción del lector).

La ceremonia también fue particular. No fue el típico cura macanudo, pero con agenda vaticana bajo el brazo. No, este era un macanudo en serio. A Juli le gustó más que a Rono, pero igual Rono le hubiera preparado un Campari, si hubiera tenido los elementos a mano. El tipo que meta guitarrita, que canciones, que chistes, que aplausos, que comentarios de la platea. Un agitador posta, pero lindo. Me gustó.

Bueno, terminó, mucho Amén y todo eso (creo que sonó una canción de Maná, pero como no las conozco, no me acuerdo) y chau. Al salón. Y acá empezó a esconderse el sol para Rono. Paradójicamente, el día estaba increíble. Y doblemente paradójico el hecho de que un domingo con ese sol tuvo una boda “indoor”, en cancha más rápida que la carpeta de República Checa.

Bueno, la enésima sorpresa para Rono fue el cronograma. Es decir, Rono, acostumbrado a bodas “en el Interior” (como dice la gente que vive en el “Exterior” de la Argentina, es decir, de la General Paz, para adentro ¿?), está habituado a comer canapés al principio, después comer comida, como hacen Alejo y Valentina, tomar, bailar valses y finalmente descontrolarse hasta volcar ó, como mínimo, pisar pianos, morder banquinas, ó trizar peceras. Ah, me olvidaba. El salón queda en Flores, lo cual estuvo buenísimo porque Rono hizo miniturismo, a expensas de ciertas bromas por parte de Juli, quien todavía no entiende que para Rono no es “normal” estar 40 minutos arriba de un taxi, dentro de una misma ciudad, para ir de un lugar a otro, que ni siquiera es de una punta a la otra.

El tema este de comer y chupar mucho al principio, después bailar vals, después sentarse a comer (sin que te dejen chupar), bailar cumbias, sentarse a comer (sin que te dejen chupar), bailar 80s, sentarse a comer (sin que te dejen chupar), bailar rock argento, sentarse a comer (sin que te dejen chupar), bailar lentos (grosso mal), sentarse a comer (sin que te dejen chupar), carnaval carioca y recién ahí te dejan chupar, pero al mismo tiempo te sirven flan casero y te quitan las ganas de chupar es francamente agotador. No sé qué piensan ustedes. Yo me canso hasta de escribirlo.

Sin embargo, más allá de la maratón gastronómica y la falta de tragos en vasitos de plástico, Rono estuvo afectado por una idea que lo perturbó aun más. La idea de que sin amigos no hay boda. “Sin piñata no hay posada” dice el Chavo y cuánta razón tiene. La ausencia de afectos (con la excepción del amor incondicional e infinito de Juli, por supuesto) tuvo en Rono un efecto devastador. Por unos instantes llegó a olvidar cómo era aquello que tanto disfrutaba. Pudo reírse, sí, porque animales de boda, esos personajes de ficción que llegan a nuestras vidas sólo en ese tipo de circunstancias, nunca faltan, pero no le fue tan fácil sonreír. Y por primera vez (y ojalá que por única) Rono pasó desapercibido en un casamiento. Por primera vez alguien tendrá que pegar un sticker que diga “marido de Juli” en una foto para recordar quién fue ese personaje que hostigó a los invitados con una camarita incomodadora y que no se sabía las letras de las canciones que todos querían escuchar.

jueves, 17 de septiembre de 2009

Rono vs The Corporation




En esta historieta que se embarcó Rono hace ya casi seis meses de dejar de ser y vivir como ingeniero y pasarse a una pseudo ciencia llena de gente que habla muchísimo y muchas menos secretarias de las que Rono pensaba encontrar, Rono tuvo su primer choque contra la Corporación.

Para todos aquellos que hayan visto la peli “The Corporation” ya estarán cerca de adivinar por dónde viene la mano. Para aquellos otros que todavía no “disfrutaron” de la joya de Achbar, Abbott y Bakan, la peli plantea la hipotésis de que las corporaciones son organizaciones psicópatas.

Y qué tiene que ver Rono y una excursión a San Juan con La Corporación? Bueno, resulta que el farsante de Rono volvió a disfrazarte de instructor y viajó para hablar acerca de gente que gobierna vidas, en una jornada auspiciada por una minera de renombre.

Y la historia sigue así: Rono llega al lugar y encuentra muchas caras felices gracias al “progreso” que esta Corporación trajo a la zona. Y esas caras felices tenían todas una historia feliz detrás. Fuera del coqueto edificio que posee una ONG de la zona, pero que casualmente fue construido por la Corporación, las caras de felicidad estaban bastante ocultas.

Eran más las caras de tristeza de aquellos que extrañan el agua de manantial que solían beber y que usaban para cultivar sus cebollas, reconocidas por su sabor inigualable a nivel mundial. “Y dónde está el agua?”, preguntó Rono ingenuamente, a lo que una cara bastante triste respondió “la usan para lavar las minas”. Y Rono pensó “y bueno, nadie quiere acostarse con una chica sucia, no?”, pero no. Las minas son de minerales que la Argentina regala al exterior, no son chicas guapas que necesitan agua y jabón.

Pasó un rato y Rono ingresó al recinto y habló boludeces como ha hecho toda su vida. Hasta que no tuvo mejor idea que mencionar que algunas caras felices de Mendoza se deben a que ciertos niños ya no tienen que trabajar en la cosecha de vid y eso para Rono es bueno. Esos niños siguen yendo a las fincas, pero se entretienen “trabajando” en juegos que al mismo tiempo los educan.

Para la gente de la Corporación, eso puede ser malo también. Cómo??? Sí, a la gente de la Corporación le pareció que los niños deben tener contratos firmados donde EXPLICITAMENTE diga que no trabajan. Claro, la Corporación aprendió que por escrito ellos se adueñan de todo, entonces TODO (a través de sus ojitos) tiene que tener gancho. Ellos ya han sufrido (y tenido que pagar) por no haber tenido todo por escrito y se lo hicieron saber a Rono ni bien pudieron.

Por suerte, Rono había leído acerca del tema y agregó detalles al ejemplo que dio que convencieron a la gente de la Corporación que esos niños ya no estaban trabajando y que efectivamente estaban siendo (re)educados, así que a regañadientes declinaron en su postura acerca de hacerlos firmar.

Es cierto que eso podría haber pasado desapercibido y Rono podría haber continuado su cháchara sin darle mayor importancia. Lamentablemente, Rono vivió más de 6 años en la cuna de la Corporación, fue educado con dinero “donado” por la Corporación y ya aprendió a leer “agendas” corporativas. De modo que inmediatamente comprendió que estaba siendo utilizado por la Corporación para hablar en nombre de ellos, delante de las caritas felices por el “progreso” y de ahí en más, se puso la capa, agarró la espada y sacó de dentro suyo lo mejor de sí, para dejarles bien clarito que en ese coqueto edificio él no estaba paradito frente a ellos para ser uno más en la larga lista de gente que les viene cagando la vida.

Rono, de una manera imperceptible, marcó la diferencia entre hacer las cosas bien y hacer creer a aquellos que no tienen muchas alternativas que uno lo hace bien cuando, en realidad, los está manipulando. Rono, será muchas cosas, pero a este segundo grupete seguro no pertenece. Gracias a Dios. O a John Galt.

jueves, 3 de septiembre de 2009

Kafka vs. Bill Gates




Rono sigue su proceso de inmersión en la sociedad argentina. Lentamente se va acomodando a usos y costumbres. Hace unas semanas atrás comenzó a ver la conveniencia de tener licencia de conducir y hace unos días se decidió a conseguirla por vías legales.

Para comenzar el proceso, Rono llamó a un 0-800 y obtuvo un “turno”. Con eso, más ciertos requisitos muy bien cumplimentados, se dirigió a las 7.15 de la mañana a una localidad de la provincia de Mendoza llamada Maipú. NdR: las referencias de lugares se deben a que MondoRono posee habitantes que viven en otras provincias, países y continentes, por lo que referencias geográficas precisas suelen colaborar en la descripción de ciertos eventos.

Rono llega al lugar en cuestión y para su sorpresa (nunca tanta, en realidad) encontró una fila de aproximadamente 50 personas. Todas las personas, para incrementar aún más el estupor de Rono, tenían, al igual que Rono, turno. Primera conclusión de Rono: el turno te sirve tanto como un título universitario en estos tiempos que corren, es decir, de nada, aunque si no lo tenés es peor (en aquellos casos donde efectivamente si se pudiera estar peor).

Por lo tanto, Rono se sumó a la fila. Al llegar el turno de Rono, un oficial pregunta “renovación o primera vez”, a lo que Rono contesta “No sé”. Segunda conclusión: no es bueno responder con una tercera opción a la pregunta de alguien que está mecánicamente entrenado para escuchar solo dos respuestas posibles. Lo que pasa es que la situación era compleja. En términos policiales, “de alta complejidad”, ya que, por un lado, no era renovación de licencia, ya que la última se encuentra, primero, extraviada, y segundo y más importante, vencida desde hace más de seis años, época en la que Rono optó por el Primer Mundo como forma de autoflagelación. Por otro lado, Rono lleva 19 años conduciendo vehículos con glamour y obtuvo su primer licencia hace más de 16, por lo que “primera vez” tampoco aplica.

Luego de un micro-análisis / micro-debate, los oficiales (3, ya que a esa altura ya se habían sumado dos, debido, no olvidemos, a la “alta complejidad”) decidieron que, a pesar de todo, era primera vez. Tercera conclusión: los seres humanos tomamos decisiones que se parecen mucho a las que toman los animales, con la diferencia que a las equivocadas, las repetimos, para que no queden dudas acerca de nuestra condición de humanos.

Rono, ya con el rótulo de primerizo marcado a fuego en su frente, se dirige al examen de vista (habiendo esquivado de una manera casi houdiniana el examen de grupo sanguíneo).Allí Rono vuelve a sorprenderse un poco más, aunque encuentra a esta sorpresa mucho más reveladora. La mayoría de la gente no aprueba el examen de vista. Repito: la mayoría NO lo aprueba. Cuarta conclusión: los accidentes de tránsito tiene un origen físico (lease fisiológico), no psico-motriz, ni mucho menos mecánico.

Superada la prueba de vista (Rono, a pesar de lo que muchos creen, no tiene 20/20. Su ojo izquierdo es traicionero. De ahí su tendencia al fade en el golf), Rono se dirigió al examen teórico. Aquí la tercera sorpresa: Rono pensó, erróneamente, que el examen acerca de la Ley de Tránsito involucraría la misma. Error!!! El sentido común provee a cualquier examinado (cualquier cristiano, diría VGT) un score superior al 85%. Por tal motivo, Rono, un tipo perspicaz, pero no muy lector de las leyes de tránsito vernáculas, obtuvo 100%. Quinta conclusión: en el Tercer Mundo, la información precisa es 100% snob. O peor aún, nerd.

Al finalizar la prueba teórica, Rono esperó el resultado afuera del despacho donde rindió. Unos minutos después, fue llamado y el Inspector Olguín dijo “muy bien, flaquito, 100%. Espera que la agente Marquez te hace la carita feliz”. Acto seguido, una señora peinada como Luisa Albinoni, aunque morocha, procedió a dibujar un smile ovoide en la hoja de examen, a lo que el Inspector Olguín agregó “Ahora sí!”. Sexta conclusión: Rono aplaude la iniciativa de dar feedback positivo a quien obtiene puntaje máximo, aunque cuestiona levemente la forma de implementación y la eficacia del mismo. Un punto a revisar.

Acto seguido, Rono abandona las instalaciones en busca de su vehículo. En realidad, en busca del vehículo destinado a tal fin, ya que Rono no posee vehículo por considerarlo un bien de carácter burgués. Séptima conclusión: qué fácil es tener un discurso socialista y contestatario cuando en realidad se es pobre y patético.

Minutos después, Rono procede a realizar la prueba “técnica”, es decir estacionar entre dos caballetes ubicados a una distancia capaz de alojar a una Dodge Ram con una lancha atrás. Rono aloja al mini vehículo de tres puertas exactamente al medio, a unos 15 cm del cordón. El inspector (visual) comienza a sospechar que la distancia entre los obstáculos es un tanto elevada, aunque rápidamente comprende que no, al observar inmediatamente después de Rono a un ser viviente colocar a duras penas un Duna a unos 3 mm de uno de los caballetes. Octava conclusión: la Policía de Mendoza discrimina, ya que la prueba en su oficina de Guaymallén (otro paraje mendocino, para los habitantes foráneos de MondoRono) es unas 67488218863786938745 veces más compleja y exigente.

Una vez superada la prueba “técnica”, Rono se dirigió a la oficina denominada “foto”, lugar donde a la gente se les toma esa fotografía que despertará odio, indignación, risas, gritos, y tratamientos capilares costosísimos por los próximos 5 años. Rono hace puchero, la máquina hace clic y listo. Rono espera afuera, cinco minutos más tarde sale un agente con un marcador en la mano, pone la licencia de conducir recientemente impresa, cortada y retocada sobre un mostrador y con un “firmá debajo de la foto” convence a Rono de tal acto. Rono firma y dice “chau gracias” y ahí, en ese momento, debió haber terminado el periplo.

Como bien sospecharán, nada es tan fácil cuando la policía realizando tareas administrativas está involucrada en un evento, cualquiera sea su índole. Rono, tipo vivo, observó que la fecha de caducidad de su licencia contenía los dígitos 2010, es decir, se la habían otorgado por un año, cuando el plazo establecido por la ley que Rono no leyó es cinco. Novena conclusión: cuán sabios fueron Reagan y su ya clásico “Trust, but verify”!

Rono, pegó la vuelta e ingresó al despacho del Inspector Olguín, donde, para sorpresa de Rono, no se había vuelto a dibujar una “carita feliz” desde la suya. Inspector al teléfono, involucrado en una charla de “alta complejidad” técnica:

Inspector Olguín: “eso está en las opciones avanzadas”
Interlocutor: …
Inspector Olguín: “hacés clic con el botón derecho en la pantalla, después propiedades y ahí está opciones avanzadas”
Interlocutor: …
Inspector Olguín: “te dejo, estoy tapado de laburo (sic)”

Rono saluda amablemente y comenta su problema, a lo que señora dibujante de “carita feliz” responde: “te pusieron mal la nacionalidad”, a lo que Rono responde con un “es cierto, los rasgos nórdicos hacen que la gente me confunda con noruego todo el tiempo”. Inspector Olguín esboza sonrisa mientras señora se esfuerza por relacionar lo nórdico con Noruega y el clic mental llega tarde, desfasado de la escena, pero justo a tiempo como para que Rono lo perciba.

Minutos después, Rono es derivado a “foto”, esta vez no para otro puchero, sino porque como comentaba, ahí se encuentra la impresora encargada de escupir un plastiquito que debe decir 2014 y no 2010 como el primero. Unos segundos después y ante ciertas miradas de asombro al no poder creer lo afortunados que eran aquellos que estaban pudiendo compartir algunos segundos más de sus vidas con Rono, el mismo oficial repite “firmá acá”, Rono firma en medio de ese dejá vu kafkiano y colorín colorado…

Décima y última conclusión: a pesar de todo, elijo esta atmósfera pesada, casi insoportable de esas oficinitas por sobre el lujo minnesotano simplemente porque la experiencia lo vale, aunque al analizar las consecuencias de permitir que mis compañeritos de aventura anden sueltos por la calle reconozco que me da un poco de miedito.