lunes, 25 de junio de 2012

Lo viejo y lo nuevo


Que no había como viajar en un MD de Austral, no lo discuto. Servicio de primera, puntualidad, comodidad, en fin, innumerables aspectos positivos. Alguno podrá decir “hoy se viaja mejor”. Puede ser, aunque si comparamos lo mejor que se puede viajar hoy vs. lo mejor que se podía viajar en aquel momento, pareciera ser que esta versión estatizada de Austral deja mucho que desear.

Igual, cada tanto, la aerolínea hermana de la de bandera – la que se hace llamar AA, cuando en el mundo, AA es una sola y habla inglés – nos regala un chiche, un dulce, una caricia. Esta vez se trata de una ruta que Rono, particularmente reconocido por su capacidad para recordar información infinitamente inútil, no recuerda. Desde este mes, tenemos vuelos que unen Neuquén y Mendoza.
Sí, es cierto que ha habido vuelos Neuquén-Mendoza toda la vida. Lo que Rono no recuerda es si alguna vez Austral hizo esa ruta. Pareciera ser que no.

Y no es para pasar por alto. Como diciendo “Bueeee, otra ruta! No es para tanto!”. Crean queridos, es para tanto. En un país donde se vuela internamente menos que en España e Italia, dos países que caben dentro de la provincia de Buenos Aires, tener rutas nuevas es todo un suceso. Algún detractor de Rono dirá “España e Italia son de primer mundo”, a lo que Rono responde que sí, que entiende las diferencias de infraestructura, pero que al mismo tiempo recuerda que en ambos países la infraestructura ferroviaria es de primer nivel y los vuelos de cabotaje no son una opción tan popular. En Argentina, por el contrario, son la única. Excepto para aquellos que aman poco sus vidas y deciden morir en colectivos de larga distancia. Una práctica que casi no tiene precedentes a nivel mundial, específicamente cuando se trata de ómnibus de dos pisos. Una locura.

La cuestión es que hoy Rono montó un práctico Embraer 190 y partió con proa al sur uniendo Mendoza con Neuquén. Rono, un viajero que ya acumula alguna milla en este tema, tipo vivo dirían en el barrio, reservó ventanilla del lado derecho del avión. ¿Motivos? Ir pispeando la montaña, al mismo tiempo que uno revisa el “mapa mental” uniendo pueblos, rutas, montañas y lagos.

Conclusión: una experiencia tremendamente estimulante. El periplo arrancó con un despegue hacia el norte y giro a la derecha (nariz del avión al este por unos cuantos segundos), para luego divisar toda la ciudad de Mendoza desde el aire. La primera imagen ya no sorprende a Rono: desde muy alto Rono es capaz de ver su casa. No, Rono no vive ni en una mansión ni de ocupa en un estadio de fútbol. Pasa que su casa está en un lugar sumamente distinguible desde el aire y encontrarlo ya se transformó en una suerte de ritual.
Inmediatamente cumplido el ritual, levantamos la vista y nos encontramos con la primera postal del viaje. Una foto del Aconcagua que nunca deja de asombrar a Rono. Es impresionante el respeto que inspira a la distancia. Siguen las postales, viene la Refi, sitio donde Rono supo transpirar.

Siguiendo hacia el Sur, las postales del Plata y el Tupungato, más frecuentes, no son para pasar por alto tampoco. El Valle de Uco es otro visto desde arriba. Es una suerte de llanura interminable, llena de colores. Con mucha más vida ahora que la que supo tener antes de la explosión del Malbec.

Se termina el valle y giramos hacia el sudeste, apuntando a San Rafael. Pasan pocos minutos y ya se empiezan a ver los lagos artificiales, pero de un azul irreproducible. Lo diáfano del cielo tiene todo que ver. Hay complicidad entre la inmensidad del azul y lo cristalina del agua.
Y pasan Agua del Toro, Reyunos, Valle Grande, Nihuiles. En el medio, otra gran postal. El Cañon del Atuel. Desde la altura parece sentirse el ruido de la tierra rajarse para formar esa maravilla. Será más lindo porque es tan corto? Quizás.

Más atrás, uno de los tesoros mejor guardados de la Argentina, una especie de segunda casa para mi querida hermana Ani: Payunia. Pocos lugares presentan un paisaje tan surreal, tan de otro planeta como ese arreglo aleatorio de volcanes, con los dos Payún (el Matrú y el Liso) bien claritos detrás de Llancanelo, otro tesoro bien guardado.
La mejor imagen es mirando hacia atrás, hacia el norte, con los volcanes bien cerquita y la laguna al fondo. Priceless.

A los pocos segundos ya aparece el Río Colorado. Este no tiene cañon, como en Arizona, pero no deja de tener su encanto también. Ya bien metidos en la provincia de Neuquén, aparecen los lagos grandes al fondo. Casi todos artificiales, embalses típicos de la zona, pero igualmente impresionantes: Barreales, Cerros Colorados, Chocón, todos.

Y es hora de llegar. Neuquén desde arriba casi no cambia. Cipolletti tampoco. Cada vez más una misma cosa, una sola franja de civilización. Igual de bajitas las dos. Como peinadas por el viento.
Ya estamos tan bajo que se distingue todo, pero ya no podemos ver nada lindo. Lo que viene es lo de siempre. Un poco de pasto, una franja gris, con marcas negras, el mismo ruido, el mismo alivio para muchos, el mismo desencanto para Rono.

Rono en tierra es otro. Uno más. Igual de aburrido, igual de común. Nada como estar en el aire. Nada como el cielo. Gracias Austral. Nada como el encanto de una ruta nueva.