jueves, 13 de mayo de 2010

Declaración de Principios



Regresa MondoRono luego de una lesión en el centro motivacional. No había grandes razones para postear, excepto alguna desaventura en Salta producto de uno de los hábitos más nefastos de Rono, la automedicación. De cualquier manera, dos posts seguidos acerca de desaventuras en lugares remotos de la Argentina no sonaban muy convincentes. Y el tiempo fue pasando.

Hoy vuelve el futbol a MondoRono. “Cómo?””Pero si todavía no termina ninguna liga, ni la Libertadores, ni la Champions!””Un post por la pedorra lista de 30?”. No, señores, nada de eso. Hoy faltan 30 días para el debut argentino en el Mundial. Faltan 30 días para el 12 de junio, cuando Argentina se pare frente a Nigeria, casi local en Johannesburg, para comenzar otra aventura.

El comienzo de un Mundial no es un hito menor. Mucho menos lo es el debut de nuestra selección. Sin embargo, este debut, este Mundial, esta aventura son distintos. Claro, todos los Mundiales son diferentes, pero no es por esa obviedad. En este Mundial vuelve a estar presente, esta vez desde un lugar diferente, el nombre del futbol. Desde 1994, el Mundial vuelve a tener al nombre de “Maradona” como uno de los ingredientes fundamentales de su receta.

Es cierto, este Maradona, el de la cancha para afuera, el del buzo largo, parece un mortal más. Se equivoca como loco, no es coherente en sus “movidas”, derrocha energías en batallas que no ganan guerras y sobre todo, no enamora. Y la desazón es aun mayor tratándose de la conducción de un grupo cuasi galáctico de jugadores de élite.

A pesar de todo esto, hay en el ambiente cierta cautela a la hora de enviar al gordito de Fiorito al paredón. No fueron pocos los que en el 82, 86, 90 y 94, pero sobre todo en el 86, decían “no se puede cargar el solo el equipo al hombro” “Es un gordito falopero” “Juegan solo sus amigos” y demás. Casi todos se equivocaron. Es cierto, no ganamos cuatro mundiales. Argentina no pasó a ser el “scratch”. Sólo consiguió una cosa, un sencillo logro, una cosita así nomás: el respeto de los rivales.

Se fue de la selección, se retiró, lo retiraron y en sólo 16 años, la Argentina pasó a ser uno más. Dos sextos puestos y una rápida eliminación en primera fase fue todo lo que dejó un ciclo marcado por palabras como “orden”, “disciplina”, “planificación”. Ninguna de esas palabras caló hondo porque la palabra que sobrevuela cualquier otra es HIPOCRESIA. Si somos una nación que detesta al orden, que hace alarde de su indisciplina y que se jacta de logros conseguidos sin planificación alguna, por qué ir a contramano?

Por todo esto, por más que a muchos les pese, a la selección volvió la coherencia. No precisamente por haber sido coherente contratar a Diego de la manera que se lo contrató, sino por responder a la historia de un país que no necesita tener una selección “prolija” como la de Holanda o Dinamarca, sino una selección a pura tripa. A puro huevo.

Esto último garantiza algo que el orden no? Seguro que no. O mejor dicho, sí, nos pone en sintonía con nuestros valores más arraigados. La salida fácil, el quilombo, la inconsistencia, la incapacidad de resistir el famoso “archivo”. Es decir, esta selección – por fin! – representa lo que somos como nación.

Y la paradoja más grande es que a esta selección le va a ir bien. Le va a ir muy bien. Porque no tiene el apoyo de todos y es ahí, en las duras, en las difíciles, en esas que parecen epopeyas, donde el argentino saca lo mejor de sí. Y quién más que el más grande de todos para conseguir toda la gloria una vez más y mandarnos a todo el resto de los mortales a que la sigamos chupando.

Suerte Diego. Suerte Lio (Dios culé de acá a la eternidad!). Suerte muchachos. Todos la tenemos adentro, pero sólo un grupo sabe que es el precio que hay que pagar para poder festejar a lo loco. Y si la suerte no acompaña, al menos moriremos en la nuestra y no con el pelo corto al pedo ó llorando como boludos con un jogging por arriba de la panza.

Ahora, si los astros se llegan a alinear, no digan que Rono no les avisó.