miércoles, 8 de abril de 2009

Mejor así (las cosas como supieron serlo)



Antes que nada una confesión: la holgazanería se apoderó de mi deseo ferviente por postear y llevo dos semanas "de adaptación", sin producir demasiado.

Ahora sigo. Si bien es cierto que conocí al Tortoni hace pocos años y que en esa época ya era famosillo, existen ciertas cosas que no me gustan y entre ellas destaco su intento por "gustarle" a los extranjeros.
Desde hace un tiempo, se viene acomodando (demasiado para mi gusto) a lo que los turistas "quieren".
Ojo, lo mismo pasa con otros lugares igual de emblématicos. Entiendo los mandamientos del marketing y alguna vez llegué a promover alguno, pero cuando se trata de tradiciones, creo que hay que ser más cuidadoso.

Igual, hoy llegué a una conclusión mientras caminaba por el centro. Starbucks puede haber llegado para salvar al Tortoni. No, en serio. Creo que Starbucks puede llegar a calmar esa "necesidad" que tenemos todos cuando nos ponemos el disfraz de turistas e intentamos conservar algo nuestro, algunas de nuestras costumbres más arraigadas, sin importarnos dónde estamos ni qué nos rodea.

Por qué digo esto? Qué tiene que ver una cosa con la otra? No hace mucho presencié como un señor en el Tortoni, sin poder dejar a su querida Texas atrás, pedía una hamburguesa y una gaseosa. No, no era en Burger King, era en el Tortoni! Ese señor quizo mezclar sus ganas de sentarse en la mesa de Borges, con sus ganas de sentirme como en casa y la verdad, no da.

Por eso pienso que viene bien el desembarco de Starbucks. Así todos aquellos que quieren sus cafecitos tamaño balde lo pueden tener y los que amamos los pocillos de 30cm3, podemos seguir disfrutando de los cafetines, sin tener que aguantarnos el perfume de la hamburguesa del tejano.

Ojalá que los dueños de los cafetines entiendan que tienen más futuro haciendo lo que los hizo diferenciarse del resto que copiando lo que hace el de la esquina, que por coreano o chino, no entiende que la ciudad huele a una mezcla de perfume de tango, bife de chorizo y caca y no a aceite, bebidas con burbujitas y vasitos de cartón.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Una cosa interesantísima de analizar es cómo el turismo de masas modifica (léase "crea") los lugares y ñeres que se supone que "muestra". Barcelona existía antes del turimos de masas, sí. No se puede decir que las callejuelas del Gótico o la arquitectura modernista fueran creadas "para" el turismo... En fin, Barcelona era... antes del turismo y no necesariamente para el turismo. Aún así, las formas en que se modifica es curiosísima: deja de ser lo que era para ser otra cosa que viene a ser una especie de melange caótica de las expectativas creadas por las agencias de turismo: flamenco, toros, paella, siesta, fiesta, gorros mejicanos.

Esto no es malo, el progreso no es malo, el cambio no es malo. Y me pregunto hasta qué punto no nos volvemos conservadores al creer que lo que vimos y vivimos era mejor. No lo es, pero nos lo parece porque somos tipos tiernos y sensibles a quienes les gusta la sopa en sobre cuando vamos de camping.

El problema para mí es, creo, que esos cambios están digitados por intereses capitalistas, antes que cualquier otra cosa. Eso me rompe las pelotas: no son cambios bottom-up, son cambios de señores gordos con corbata. Y el Tortoni... Y, supongo que sabe donde esta la guita buena, no?

Y, en cuanto a Starbucks, no puedo decir nada malo: nos dio de comer 4 años! :) Con suerte pasará en Baires lo que pasa en Barcelona: hay lugares para turistas y lugares para locales. Es facil saber donde no van a llegar. Y, si los yanquis mantienen esa sana costumbre de querer sentirse como en casa donde sea que van, Baires tiene buen pronostico.

Un abrazo.