lunes, 2 de noviembre de 2009

Un largo camino a casa



Rono ya escribió cientos de palabras acerca de la no pertenencia a un lugar específico producto de viajar y descubrir nuevos horizontes. También escribió otras tantas acerca de la amistad y a la importancia de la gente que a uno lo quiere bien en nuestras vidas.

En este mes y medio que Rono pasó sin postear pasaron muchas cosas. Entre ellas, Juli y Rono terminaron en Mendoza. Sí, Mendoza, aquella ciudad que contaba con las mismas probabilidades de que Rono regrese a ella que un tsunami en el Valle de la Luna. Sin embargo, "against all odds", como dicen los viejos vecinos de Rono, aquí está. Sentado, posteando en una tarde de calor y ausencia de humedad tan típica de esta parte del mundo.

Entre las particularidades de esta "vuelta" una de las que más se destaca, además de la improbabilidad, es la adaptación al hábitat. Juli, una chica acostumbrada al primer mundo, hoy trabaja en un paraje de menos de mil habitantes, en la industria más típica y tradicional de la zona. No, no tiene las patas metidas en un tacho pisando uva, pero por ahí anda. Rodeada de palabras como "Malbec", "mosto", "vasija", "roble" y otras tantas que jamás imaginó tan cercanas ni cotidianas.

Lo de Rono no cambió demasiado. Lo de siempre, usar la palabra como arma y la cabeza como arsenal, aunque cada vez más cerca de parecerse a un ser humano y no tanto a un libro. Rono también está conociendo el lugar. No tanto como Juli, pero por ahí. Sufriendo con la tierra (el polvo, para ser más preciso) casi tanto como Juli también y sin terminar de acostumbrarse a ciertas "cositas de color" como que todos los nombres, de toda la gente, empiezan con solo dos letras: E y L, por el y la.

La ciudad que él dejó atrás no tiene mucho que ver con esta a la que se mudó. Y no porque los cambios hayan sido tan notables, sino más bien porque su vida lo pone en otro lugar. La ciudad que Rono dejó atrás era un lugar donde un (post) adolescente recién recibido de una profesión que nunca amó no lo cobijaba y la necesidad de revisar otros horizontes era simple y llanamente vital. Hoy, la realidad es otra. Rono es un señor grande. Tiene muchas canas - aunque más pelo del que imaginó cuando niño - y ve la mayoría de las cosas de otra manera.

Se divierte con lo aburrido. No putea a las cosas (aunque jamás podría dejar de hacerlo con la gente) que no son como deberían y trabaja en algo que provoca reacciones en la gente. Y hasta juega al golf. Sí, Rono vive en la Argentina y juega al golf! Y no es político! (una profesión que encajaría perfectamente en la descripción, con la salvedad que, además, implicaría el delito como única práctica validada por la sociedad).

Así es señoras y señores. Hoy, Rono vive en Mendoza otra vez. Pero en una Mendoza de grandes. De casados. De padres. De profesionales. De gente que sí ve al hambre, la inseguridad, la falta de decencia y todas esas cosas que espantaron a Rono alguna vez, solo que no se lo toma de la misma manera. Tampoco se resignan. Simplemente intentan encontrar la belleza en las cosas.Y disfrutan de los que los quieren bien. Una de las poquísimas razones que lo tiene a Rono mirando la montaña y no a un par de edificios de treinta y pico de pisos al borde de un charco con agua de río mezclada con mar.

1 comentario:

Los Alexander dijo...

Wow! Estoy verde de lo celosa que estoy!
Mirá vos???, Rono en Mendoza!
Qué lindo! hoy fue uno de esos días en los que daría lo que fuera por subir a la terraza del edificio para mirar la puesta del sol, y disfrutar del olor a cepa mendocina.. Esta nieve de mier...ya me esta poniendo triste y gorda! :)
Disfrutalo!