viernes, 7 de noviembre de 2008

Dos caras de una misma moneda



Deshacerme de mi auto y conseguir otro vehículo fue una operación relativamente sencilla. No es novedad que Internet rige gran parte de nuestras actividades y esta no fue la excepción. El mismo site que usé para vender el mío me sirvió de ayuda para conseguir el otro.

De cualquier manera, este post no es acerca de compra y venta de autos. Para nada. Va un poquito más allá y se trata de dos historias, la del vendedor de mi nuevo viejo vehículo y del comprador de Boogie, también conocido en el barrio como Boogie Tiptronic.

El señor que me vendió el suyo (uno de los suyos, a decir verdad) es un profesor universitario retirado. Como consultor amasó una pequeña fortuna y vivió una vida bastante acorde a sus expectativas. A los 72 años, un cáncer en un pulmón vino a avisarle que era tiempo de ir cerrando temas pendientes.

La verdad es que si bien son innumerables los casos que uno conoce de gente con esa enfermedad - algunos demasiado cercanos para mi gusto -, no iba preparado para oírlo de él. No sé, ese tipo de noticias uno suele no escucharlas desde el enfermo primero, o al menos, no siempre. Esta vez me agarró más de sorpresa y me impactó más y peor.

La otra cara de la moneda, es decir, la otra mitad de la historia relacionada con mi movida vehicular es, por suerte, bastante más feliz. Se trata de un hombre de 69 años (como verán me anduve moviendo entre pibes) que está semi-retirado y buscaba un auto para su mujer.

Su mujer llevaba seis años manejando un Buick que ya tiene once. A través de comentarios, charlas y miradas, este buen hombre llegó a la conclusión que a su mujer le gusta mucho ese tipo de autos que acá, en la tierra de la pick-up tamaño cancha de futbol 5 con churrasqueras y camarines y bar, no son muy frecuentes. Autos chicos, por lo general de dos puertas y con un marcado estilo europeo.

Así este buen esposo decidió consultar este site de ventas de autos y cuando entendió que mi Boogie estaba dentro de lo que su saldo de cuenta mostraba, le pegó para adelante, me llamó y en medio de una mañana como cualquier otra, me dijo "Rono, me decidí".

La parte de la historia que Rono no conocía es que la mujer no estaba al tanto de la movida y que todo esto era una sorpresa "à la Julián Weich". Si bien no era tan complicado hacer que Boogie aparezca por sorpresa, igual requirió cierta logística. Boogie fue correctamente estacionado afuera del primer shopping cerrado de esta bendita nación (donde más necesario que en un lugar donde durante 6 meses no se puede salir, no?), un shopping tal cual conocemos hoy a cada uno de ellos.

La señora estaba comprando adentro y su marido la llamó para avisarle que la esperaba afuera para ir a otro lugar (a esa parte del plan no hubo que orquestarla) y cuando se encontraron afuera, fueron caminando en dirección al auto de él para ir desde ahí, juntos a su destino.

Mientras caminaban, él le señaló a Boogie y ella comentó que era un auto del tipo de los que a ella tanto le gustaban. Entonces, en ese momento, él se detuvo, giró su cuerpo hacia el auto y desde esa corta distancia que los separaba de Boogie, accionó la alarma.

Durante los primeros segundos ella se asombró porque pensó que habían hecho sonar la alarma al pasar, pero en el momento que él se acercó más y abrió la puerta para ella, entendió lo que pasaba y no pudo contener la emoción. A esa edad, nunca se imaginó que ese mediodía de otoño, el día de la primera nevada de la temporada -o del semestre, como ustedes prefieran- iba a recibir una sorpresa de esa magnitud.

Otra muestra más que el dinero no compra la felicidad. Compra a Boogie y él se encarga de entregar a domicilio. O en un shopping.

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