jueves, 3 de septiembre de 2009

Kafka vs. Bill Gates




Rono sigue su proceso de inmersión en la sociedad argentina. Lentamente se va acomodando a usos y costumbres. Hace unas semanas atrás comenzó a ver la conveniencia de tener licencia de conducir y hace unos días se decidió a conseguirla por vías legales.

Para comenzar el proceso, Rono llamó a un 0-800 y obtuvo un “turno”. Con eso, más ciertos requisitos muy bien cumplimentados, se dirigió a las 7.15 de la mañana a una localidad de la provincia de Mendoza llamada Maipú. NdR: las referencias de lugares se deben a que MondoRono posee habitantes que viven en otras provincias, países y continentes, por lo que referencias geográficas precisas suelen colaborar en la descripción de ciertos eventos.

Rono llega al lugar en cuestión y para su sorpresa (nunca tanta, en realidad) encontró una fila de aproximadamente 50 personas. Todas las personas, para incrementar aún más el estupor de Rono, tenían, al igual que Rono, turno. Primera conclusión de Rono: el turno te sirve tanto como un título universitario en estos tiempos que corren, es decir, de nada, aunque si no lo tenés es peor (en aquellos casos donde efectivamente si se pudiera estar peor).

Por lo tanto, Rono se sumó a la fila. Al llegar el turno de Rono, un oficial pregunta “renovación o primera vez”, a lo que Rono contesta “No sé”. Segunda conclusión: no es bueno responder con una tercera opción a la pregunta de alguien que está mecánicamente entrenado para escuchar solo dos respuestas posibles. Lo que pasa es que la situación era compleja. En términos policiales, “de alta complejidad”, ya que, por un lado, no era renovación de licencia, ya que la última se encuentra, primero, extraviada, y segundo y más importante, vencida desde hace más de seis años, época en la que Rono optó por el Primer Mundo como forma de autoflagelación. Por otro lado, Rono lleva 19 años conduciendo vehículos con glamour y obtuvo su primer licencia hace más de 16, por lo que “primera vez” tampoco aplica.

Luego de un micro-análisis / micro-debate, los oficiales (3, ya que a esa altura ya se habían sumado dos, debido, no olvidemos, a la “alta complejidad”) decidieron que, a pesar de todo, era primera vez. Tercera conclusión: los seres humanos tomamos decisiones que se parecen mucho a las que toman los animales, con la diferencia que a las equivocadas, las repetimos, para que no queden dudas acerca de nuestra condición de humanos.

Rono, ya con el rótulo de primerizo marcado a fuego en su frente, se dirige al examen de vista (habiendo esquivado de una manera casi houdiniana el examen de grupo sanguíneo).Allí Rono vuelve a sorprenderse un poco más, aunque encuentra a esta sorpresa mucho más reveladora. La mayoría de la gente no aprueba el examen de vista. Repito: la mayoría NO lo aprueba. Cuarta conclusión: los accidentes de tránsito tiene un origen físico (lease fisiológico), no psico-motriz, ni mucho menos mecánico.

Superada la prueba de vista (Rono, a pesar de lo que muchos creen, no tiene 20/20. Su ojo izquierdo es traicionero. De ahí su tendencia al fade en el golf), Rono se dirigió al examen teórico. Aquí la tercera sorpresa: Rono pensó, erróneamente, que el examen acerca de la Ley de Tránsito involucraría la misma. Error!!! El sentido común provee a cualquier examinado (cualquier cristiano, diría VGT) un score superior al 85%. Por tal motivo, Rono, un tipo perspicaz, pero no muy lector de las leyes de tránsito vernáculas, obtuvo 100%. Quinta conclusión: en el Tercer Mundo, la información precisa es 100% snob. O peor aún, nerd.

Al finalizar la prueba teórica, Rono esperó el resultado afuera del despacho donde rindió. Unos minutos después, fue llamado y el Inspector Olguín dijo “muy bien, flaquito, 100%. Espera que la agente Marquez te hace la carita feliz”. Acto seguido, una señora peinada como Luisa Albinoni, aunque morocha, procedió a dibujar un smile ovoide en la hoja de examen, a lo que el Inspector Olguín agregó “Ahora sí!”. Sexta conclusión: Rono aplaude la iniciativa de dar feedback positivo a quien obtiene puntaje máximo, aunque cuestiona levemente la forma de implementación y la eficacia del mismo. Un punto a revisar.

Acto seguido, Rono abandona las instalaciones en busca de su vehículo. En realidad, en busca del vehículo destinado a tal fin, ya que Rono no posee vehículo por considerarlo un bien de carácter burgués. Séptima conclusión: qué fácil es tener un discurso socialista y contestatario cuando en realidad se es pobre y patético.

Minutos después, Rono procede a realizar la prueba “técnica”, es decir estacionar entre dos caballetes ubicados a una distancia capaz de alojar a una Dodge Ram con una lancha atrás. Rono aloja al mini vehículo de tres puertas exactamente al medio, a unos 15 cm del cordón. El inspector (visual) comienza a sospechar que la distancia entre los obstáculos es un tanto elevada, aunque rápidamente comprende que no, al observar inmediatamente después de Rono a un ser viviente colocar a duras penas un Duna a unos 3 mm de uno de los caballetes. Octava conclusión: la Policía de Mendoza discrimina, ya que la prueba en su oficina de Guaymallén (otro paraje mendocino, para los habitantes foráneos de MondoRono) es unas 67488218863786938745 veces más compleja y exigente.

Una vez superada la prueba “técnica”, Rono se dirigió a la oficina denominada “foto”, lugar donde a la gente se les toma esa fotografía que despertará odio, indignación, risas, gritos, y tratamientos capilares costosísimos por los próximos 5 años. Rono hace puchero, la máquina hace clic y listo. Rono espera afuera, cinco minutos más tarde sale un agente con un marcador en la mano, pone la licencia de conducir recientemente impresa, cortada y retocada sobre un mostrador y con un “firmá debajo de la foto” convence a Rono de tal acto. Rono firma y dice “chau gracias” y ahí, en ese momento, debió haber terminado el periplo.

Como bien sospecharán, nada es tan fácil cuando la policía realizando tareas administrativas está involucrada en un evento, cualquiera sea su índole. Rono, tipo vivo, observó que la fecha de caducidad de su licencia contenía los dígitos 2010, es decir, se la habían otorgado por un año, cuando el plazo establecido por la ley que Rono no leyó es cinco. Novena conclusión: cuán sabios fueron Reagan y su ya clásico “Trust, but verify”!

Rono, pegó la vuelta e ingresó al despacho del Inspector Olguín, donde, para sorpresa de Rono, no se había vuelto a dibujar una “carita feliz” desde la suya. Inspector al teléfono, involucrado en una charla de “alta complejidad” técnica:

Inspector Olguín: “eso está en las opciones avanzadas”
Interlocutor: …
Inspector Olguín: “hacés clic con el botón derecho en la pantalla, después propiedades y ahí está opciones avanzadas”
Interlocutor: …
Inspector Olguín: “te dejo, estoy tapado de laburo (sic)”

Rono saluda amablemente y comenta su problema, a lo que señora dibujante de “carita feliz” responde: “te pusieron mal la nacionalidad”, a lo que Rono responde con un “es cierto, los rasgos nórdicos hacen que la gente me confunda con noruego todo el tiempo”. Inspector Olguín esboza sonrisa mientras señora se esfuerza por relacionar lo nórdico con Noruega y el clic mental llega tarde, desfasado de la escena, pero justo a tiempo como para que Rono lo perciba.

Minutos después, Rono es derivado a “foto”, esta vez no para otro puchero, sino porque como comentaba, ahí se encuentra la impresora encargada de escupir un plastiquito que debe decir 2014 y no 2010 como el primero. Unos segundos después y ante ciertas miradas de asombro al no poder creer lo afortunados que eran aquellos que estaban pudiendo compartir algunos segundos más de sus vidas con Rono, el mismo oficial repite “firmá acá”, Rono firma en medio de ese dejá vu kafkiano y colorín colorado…

Décima y última conclusión: a pesar de todo, elijo esta atmósfera pesada, casi insoportable de esas oficinitas por sobre el lujo minnesotano simplemente porque la experiencia lo vale, aunque al analizar las consecuencias de permitir que mis compañeritos de aventura anden sueltos por la calle reconozco que me da un poco de miedito.

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